miércoles, 2 de junio de 2010

¿Por qué no existe una comunidad cientifica en Colombia?

La ciencia en nuestro pais se muestra como una cuestión poco seductora, resultado de la poca importancia que se le ha dado a lo largo de la historia. Al poco interés que se tiene por los estudios y los avances cientificos, se le suma la falta de recursos que el estado pone a disposición de los cientificos. En Colombia no se llegan a graduar 100 doctores al año, mientras en Brasil, por ejemplo, salen 9 mil. Pero tener más doctores no es la única variable en juego.(1)
Esta situación se ha visto desde los inicios de nuestra sociedad, aunque aparentemente en epocas pasadas los asuntos que concernian a las ciencia eran cuestion de algunos privilegiados (adinerados que podian pagar sus est
udios y financiar sus investigaciones) y por lo tanto gozaban de cierta condicion de estatus . Sin embargo desde entonces se evidencia la falta de compromiso estatal en cuanto a la asignacion de presupuestos y la busqueda de oportunidades para la expansión del conocimiento.
Un claro ejemplo de esto fué la comisión corográfica que buscaba la biodiversidad sobre el territorio colombiano,y que s epuede definir como un proceso de aprendizaje y transferencia a partir de paises más desarrollados. Además desde entonces se hizo evidente la mutua relación entre la ciencia y capacidad de acceso a la educación, y aunque hoy por hoy las condiciones para el aprendizaje han sido inmensamente mejoradas y la eliminación del analfabetismo es una tarea estatal con resultados satisfactorios, la ciencia sigue siendo un asunto ajeno a los colombianos del común.
Por otra parte, la ciencia se muestra como un asunto lejano y apartado de la cotidianidad porque en la agenda diaria de los colombianos hay otros problemas que consumen su atención
es casi logico que una persona que tiene que preocuparse día a día por conseguir dinero para comer, pagar servicios y vivir dignamente no tenga mayor interés por la ciencia, y nisiquiera esté enterado del desarrollo de la misma en su comunidad, ya que sus necesidaes parecen muy apartadas de lo que a la investigación le concierne.


(1) : MELO, Jorge Orlando. Colombia es un tema.
Disponible en:http://www.jorgeorlandomelo.com/hisciencia.htm

José Celestino Mutis en un mundo pintoresco y exótico

Como diplomáticos, agentes comerciales privados o simples viajeros, fueron numerosos los extranjeros que en el siglo XIX recorrieron la recién fundada y promisoria república, dejando testimonios escritos que constituyen fértil materia para los investigadores de la historia social de ese período. Como los cronistas de la conquista y la colonia, a los que continúan de otra manera, realizaron valiosas disecciones etnográficas que arrojan mucha luz sobre usos, costumbres y sucesos del país, pero también mucha luz sobre la forma de ver de esos extranjeros, porque sus atentos y a veces logrados bocetos no sólo describen una realidad sino que al mismo tiempo dan cuenta de una forma peculiar de interpretarla. Tal vez pueda verse a tales cronistas y viajeros como los verdaderos fundadores de una manera que busca comprender a los habitantes del llamado nuevo mundo como pintorescos y exóticos, forma de mirada y de comprensión a la que, por extraño que parezca, aún muchos de nuestros artistas y escritores se suman, encontrando allí una mina artística y rentable.
Hermann Schumacher (1839- 1890), ministro residente del imperio alemán en los Estados Unidos de Colombia entre 1872 y 1874, fue uno de ellos. A él debemos una obra amplia sobre importantes aspectos de nuestra vida cultural y social: sus "retratos" de Mutis, Caldas y Codazzi. Ahora, con cien años de retraso y en el marco de las celebraciones del bicentenario d
e la Expedición Botánica, tenemos acceso a Mutis, un forjador de la cultura, en la que trata de reconstruir la evolución cultural del sabio desde su partida de España hasta su muerte en Santafé de Bogotá, su obra científica como explorador de la naturaleza, y reconstruir el clima y la atmósfera social y política del virreinato en que Mutis se desenvolvió, aunque como lector uno quede con la impresión final de que para el autor el verdadero héroe de la jornada fue el barón Alejandro de Humboldt.
Pero Schumacher, a quien Ernesto Guhl, el traductor, menciona como "uno de los latinoamericanistas más sagaces del siglo XIX", fue un viajero diferente y tal vez excepcional, pues, aunque mezcle en su relato de manera inevitable sus impresiones presentes, muchos de sus prejuicios y algunas inexactitudes, trató de recrear un episodio cultural pasado y, lo más importante, quiso hacer una obra de historia en sentido riguroso. Él mismo lo confirma: por ejemplo, cuando nos presenta su idea, ciertamente moderna, de las biografías, que "se refieren a aquellos detalles que en alguna forma sean característicos de las diferentes épocas, la familia, la amistad, los recuerdos de viaje, las controversias de los eruditos, los proyectos fantásticos, etc.". 0 de manera mucho más explícita, cuando señala cómo "los errores y falsos conceptos" le exigieron buscar "el texto original, la interpretación y la crítica", y se permite definir con claridad la orientación general de su proyecto: "Se han tomado esos acontecimientos en su fuente original, y se han investigado adoptando un método crítico".
Y sin embargo el producto resultó discutible, por lo menos en relación con la historia del saber y de la cultura, sin olvidar para nada el siglo que ya pesa sobre la obra. Se puede discutir acerca de su carácter afortunado o infortunado en cuanto crónica; sobre la exactitud o el carácter fantasioso o poco realista de sus descripciones; pero lo que resulta en extremo difícil es su consideración como obra histórica propiamente dicha. Y ello por una razón central: en su trabajo los documentos están simplemente ahí, al lado, en las páginas finales, citados con juiciosa erudición pero sin intervenir en el análisis, de manera que el trabajo científico y divulgativo de Mutis y de la Expedición Botánica se agota en la crónica comentada que no pasa por el análisis interior del universo de saber al que tanta importancia formal se le concede, tanta importancia que en las emocionadas palabras del presentador del libro se le achaca de manera directa a ese saber la gestación de una nación. Excelente información documental para el que intente en el futuro encargarse de estos temas más allá de la crónica reverencial. Y del otro lado, en las páginas interiores, está el texto, en trazos generales la visión, ya convencional para la época, del papel del saber y la cultura en nuestra sociedad entre 1760 y 1820, y una narración cronológica y anecdótico de las labores de la Expedición Botánica, narración que, cien años después de escrito el libro, y conocidos ya los trabajos documentales de Guillermo Hernández de Alba sobre el tema (Diario de observaciones de José Celestino Mutis y Archivo epistolar del sabio naturalista José Celestino Mutis), resulta un poco avejentado. Por eso parecería que Guhl, el traductor, se apresura un poco en su elogio cuando afirma sin ninguna duda que la obra "llena un vacío que nadie hasta el momento ha intentado colmar, en el sentido de investigar y describir la situación económica, política y social, así como el ambiente cotidiano de la Colombia de hace doscientos años", vasta y necesaria empresa de la que se puede estar seguro que no ha sido cumplida para ningún período de la historia del país.


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Quizá se trate de formas de lectura, pero a pesar de lo anterior el libro de Schumacher, desde ángulos seguramente muy distintos de los que imaginó el autor y de los que tal vez animaron a los promotores y editores presentes, resulta de notable interés. Señalo algunos puntos de manera rápida y por la vía del ejemplo. Permite, por ejemplo, en alguna medida, una visión menos lírica y patriótica de la Expedición Botánica, ya que la liga de manera decidida a los temores hispanos frente a los intereses "botánicos" de otras potencias colonialistas, a la ambigua política borbónica de estímulo a la actividad productiva agrícola y a las apremiantes necesidades de la corona. Por eso puede escribir: "La atención se concentró en primer lugar en el reino vegetal, ya que el acceso a las riquezas de la flora era más fácil, y menos costoso su aprovechamiento". En otra parte dice: "La Expedición Botánica también se orientó cada vez más hacia objetivos fiscales. Personalmente Mutis se interesó por aquellos elementos del reino vegetal susceptibles de convertirse en mercancía".
Así mismo sería de mucho interés la lectura calmada y entre líneas de la correspondencia que sostuvieron Carlos Linneo y José Celestino Mutis citada por Schumacher, pero también la publicada por Guillermo Hernández de Alba, pues podría adivinarse ahí, entre tanta fórmula de cortesía, un tenue anticipo de lo que llegarían a ser las futuras y habituales relaciones entre las "metrópolis" y las "periferias" en el orden del saber. No por lo que Schumacher pueda escribir sino por lo que una lectura más realista, que atendiera a quiénes eran los agentes sociales de ese intercambio epistolar, podría captar. Así, por ejemplo, Mutis, a quien Linneo había encomendado "cuidar de los intereses de las ciencias naturales y de la botánica" en estos territorios, enviaba al sabio sueco numerosas colecciones de herbarios y múltiples dibujos que éste sabía agradecer con demoradas cartas que tanto emocionaban a nuestro sabio en Santafé, a "tantas leguas de la civilización", como decía. En una carta de respuesta a Linneo, Mutis escribe: "Palabras tan lisonjeras como las que usted dedica a mis informaciones, no me las imaginaba yo, ni mucho menos. No merezco estos reconocimientos y soy tan feliz de poder cumplir sus deseos, más cuando tánto aprecio sus indicaciones". Y en la muerte de Linneo, Mutis escribía a su hijo en Estocolmo: "Mi correspondencia con su padre (...) era íntima y, por mi parte, exclusiva frente a otras personas. No me dirigí a terceros, ni siquiera a mis propios conciudadanos". Mutis fue en la periferia el aplicador práctico y diligente de un modelo de saber, la clasificación, que nunca discutió.
Y un punto final a manera de coda: ahora que empezamos a fijar nuestros ojos en los libros de viajeros como fuente documental de nuestra historia social, debemos aprender a mirar en varias direcciones para indagar los códigos que animaron la mirada del viajero y del cronista. En la obra de Schumacher, por ejemplo, pueden encontrarse por montones muchos de los prejuicios que Europa alimentó y alimenta sobre nosotros.

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Después de repetir el mito sobre las dos formas de colonización y sus consecuencias, la germana y la latina, como él lo dice, escribe: "La sangre negra hizo propender hacia la rudeza física y espiritual, y, bajo la influencia del burdo cruce, las razas degeneraron una generación tras otra". Y el elemento indígena también queda estigmatizado: "Allí, en los alrededores, habitaba la chusma de la selva; su eliminación hubiera constituido un beneficio", escribe refiriéndose a las poblaciones indígenas que habitaban las riberas del río Opón, y qué curioso que mientras Schumacher escribía esto, un paisano suyo, don Geo von Lengerke, arreciaba la batalla contra las naciones indígenas del Opón en la época santandereana y federalista del auge del tabaco y de la quina, tal como hermosamente lo ha recreado Pedro Gómez Valderrama en La otra raya del tigre. Los hombres, sí, los hombres, pero la condena crece. También el clima y la tierra, ya que cualquier empresa material o espiritual se dificulta y hasta se impide "en donde el sol alcanza el cenit, deteniendo el avance del desarrollo de las fuerzas humanas". De ahí que no sea muy difícil que el final inconcluso de la Expedición Botánica sea explicado en térrminos análogos, pues "rara vez trabajos científicos de envergadura han logrado terminarse satisfactoriamente bajo el influjo enervante del abrasador sol tropical". En los capítulos iniciales del libro, donde se muestra la condena que significa el elemento humano nativo, y en el apocalipsis final que celebra, en el capítulo más extenso, la Visita de Humboldt y Bonpland, ¿no se podría encontrar un elemento importante del código de lectura del celebrado Schumacher?

RENÁN SILVA


Mutis, un forjador de la cultura
Hermann Schumacher
Empresa Colombiana de Petróleos
Bogotá, 1984, 325 págs.


Desarrollos en ciencia y tecnología - Universidad Nacional de Colombia

martes, 1 de junio de 2010

CIENTIFICO PARA RECORDAR --> AGUSTÍN CODAZZI

Nació en Lugo Italia del 12 de julio de 1793

Murió en Espíritu Santo (hoy Codazzi) Cesar Colombia, el 7 de febrero de 1859.

Estudio en la Escuela de Ingeniería y Artillería de Moneda y en la Academia de Guerra de Pavía.

Eran los tiempos de Napoleón y Codazzi se inclinó por la vida militar en la que incursiono a los 17 años.

Fue cañonero, artillero, brigadier y secretario de vestuario del cartel general y del Estado mayor; jefe de alojamiento, ayudante suboficial y mariscal de campo.

Participo en varias batallas napoleónicas como la de Bautzen, Lutzen Dresde y Leipzing.

Junto con Constante Ferreri su gran amigo, compartió un largo periodo de aventuras rn América.

Participó en la Independencia de la Costa Atlántica en
Colombia.

Durante la estadía de Codazzi en Colombia y Venezuelase se pone a órdenes de José Antonio Páez, el general venezolano y su antiguo jefe, quien encarga a Codazzi de la fortificación de la Costa venezolana previendo una reconquista por parte de España-
Con este cargo codazzi empieza a realizar los planos de la costa venezolana y a mejorar sus fortificaciones. Este fue si primer trabajo como geógrafo y naturalista.

Termino el mapa de Venezuela.

Desempeño el cargo de gobernador del Estado de barinas-
El Atlas de Venezuela se publico en París esto hizo alrededor de la Legión de honor en Francia.

En 1845 codazzi propone al General Tomás Cipriano de Mosquera la realización de un trabajo tipo geográfico y naturalista denominado Comisión Corográfica.

LA EXPEDICIÓN BOTANICA

LA COMISIÓN COROGRÁFICA


La Comisión Corográfica fue uno de los eventos más importantes en la historia de la geografía de Colombia en el siglo XIX y sin duda ha sido uno de los hechos más significativos en la evolución del país.
Esta comisión tuvo como tarea explorar un territorio desconocido, que permitiera descubrir sus recursos y geografía para poder incorporar estos nuevos conocimientos en la nación. Inicialmente, este proyecto tuvo un objetivo más inclinado hacia la administración y el control del territorio, que hacia la creación de una comunidad científica que pudiera suministrar grandes aportes a sociedades futuras.
Pese a esto, durante el desarrollo de la travesía, fue inevitable dejar de hacer observaciones profundas sobre la flora, la fauna y los distintos grupos humanos, presentes en el territorio. Con los logros obtenidos a partir de una investigación cualitativa, se logro que esta expedición tuviera un lugar importante dentro de la ciencia del siglo XIX y que se estimulara la actividad científica en Colombia.
Fuera de compilar la carta general del país, la comisión también tenía a su cargo la creación de mapas corográficos de cada una de las provincias visitadas por los investigadores, y la estructuración de un inventario de los recursos para el aprovechamiento del potencial del territorio.
En dicho inventario se tenían que resaltar los análisis de las diferentes personas de los lugares explorados, profundizando en sus características peculiares y costumbres para establecer posteriormente diferencias entre las regiones hasta ese entonces existentes .Con la identificación de caracteres heterogéneos en la esfera social, se pudo establecer una identidad nacional, que si bien tiene discrepancias también comparte pilares de desarrollo.
La Comisión Corográfica comparte muchos elementos con la Expedición Botánica, ya que en ambos trabajos se estimulaba la búsqueda de un conocimiento que contribuyera con la prosperidad económica y la eventual apropiación del territorio.
Los resultados obtenidos a traves de este proyecto ayudaron no solo al conocimiento del país sino también al desarrollo de pertenencia del patrimonio natural y social.

Esta inmensa tarea que dirige Agustín Codazzi,
incluye a los naturalistas Manuel Ancízar,
José Jerónimo Triana y
los pintores Carmelo Fernández,
Manuel María Paz y Enrique Price.



Fuentes:
RESTREPO FORERO, Olga. "La Comisión Corográfica y las ciencias sociales". En: Arocha, Jaime y Friedemann, Nina; (eds.) Un siglo de investigación social. Antropología en Colombia. Bogotá: Editorial Etno. pp. 131-158.
http://www.lablaa.org/blaavirtual/ayudadetareas/geografia/geo97.htm
 

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